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Los apasionados al espacio vivimos unos momentos tremendamente singulares. A diario nos asaltan noticias de nuevas pruebas, lanzamientos, misiones cada vez más ambiciosas, … Y es que atrás quedaron esos años de la carrera espacial, en los que los Estados Unidos y la Unión Soviética pugnaban por mostrar su hegemonía dentro y fuera de nuestro planeta.

Estos últimos años estamos siendo testigos de excepción de una segunda carrera de exploración espacial, en donde no sólo hay más países y agencias participantes, sino que también hay cabida para el sector privado. Junto a Estados Unidos, Europa, Rusia, Japón, India, Emiratos Árabes y China, han encontrado también su hueco en este entorno tan competitivo y vanguardista algunas corporaciones privadas: SpaceX de Elon Musk, Blue Origin del dueño de Amazon Jeff Bezos, Virgin del multimillonario Richard Brandson, Lockheed Martin y Boeing, por mencionar algunas. España, aunque no contribuye a esta carrera por la exploración del Universo con misiones propias (por el momento), sí tiene una participación muy activa y relevante en misiones tanto de la Agencia Espacial Europea como de la NASA.

En este nuevo escenario, Marte se encuentra en el centro de los objetivos de todos ellos.

Pero ¿por qué? ¿Qué hace tan especial a esa esfera roja, polvorienta, desolada y fría?

Ciertamente, Marte no es en la actualidad un destino “agradable” para visitar: la tenue atmósfera (alrededor de un 1% de la atmósfera terrestre) compuesta casi en un 96% por CO2; sus bajas temperaturas (con una temperatura media en el planeta de -63ºC, pudiendo llegar en los polos hasta los -140ºC); las enormes dosis de la radiación ionizante tan nociva que alcanza la superficie; o las descomunales tormentas de polvo que pueden cubrir el planeta en su totalidad en pocos días y durar semanas o incluso meses, lo convierten en un planeta muy árido e inhóspito, a priori, para albergar vida.

Sin embargo, Marte no siempre fue así. Los datos que hemos recabado en los últimos años sugieren que el planeta rojo gozaba de unas condiciones completamente distintas a las actuales… hace unos 4000 millones de años. En esos momentos, nuestro vecino poseía una atmósfera más densa (que, además, permitía apantallar parte de esa dañina radiación incidente), una actividad volcánica que aportaba gases a esa atmósfera, una temperatura global más cálida, y agua líquida que fluía por su superficie. En suma, unas condiciones notablemente más “cómodas”.

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Concepción artística de Marte: se cree que hace millones de años nuestro vecino contenía agua líquida y una atmósfera más densa (derecha), frente al frío, seco y desértico Marte actual (izquierda).
Créditos: Centro de Vuelos Espaciales Goddard de NASA.

No obstante, se piensa que hace unos 3500 a 3700 millones de años ocurrió un gran cambio climático marciano. Un cambio causado por el enfriamiento del planeta, y que lo ha llevado hasta las condiciones actuales. 

Por otro lado, la comunidad científica también considera que la historia geológica del planeta rojo cursó un camino paralelo al de nuestra Tierra, desde la formación del Sistema Solar (y, por tanto, desde que ambos planetas se formaron), hasta ese momento en la historia de nuestro vecino en el que se produjo ese gran cambio climático. Es decir, durante los primeros 1000 a 1500 millones de años, ambos planetas albergaron unas condiciones muy parecidas, siendo los dos más cálidos y húmedos. Pero es que, además, en ese mismo período, ¡en la Tierra surgió la vida!

Los registros fósiles más antiguos encontrados en la Tierra datan de ese período: son los estromatolitos, unas estructuras órgano-sedimentarias laminadas, que crecen por la acción de microorganismos que atrapan y fijan el material sedimentario, o producen la precipitación de minerales.

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Imagen de un estromatolito de 3500 millones de años hallado en Pilbara (Australia).
Fue producido por tapetes microbianos que crecieron en una superficie fangosa en aguas poco profundas.
Créditos: NASA.

Así que la pregunta resulta casi obligada: si en esos momentos y condiciones de habitabilidad semejantes, la vida ya había surgido en nuestro planeta… ¿pudo haber surgido igualmente en Marte? Seguida por… y de haber sido así, ¿seguirá existiendo en aquel planeta? 

Por el momento, esta segunda pregunta la dejamos aplazada para centrarnos en la primera de ellas. 

Así pues, tratar de dar respuesta a esa primera y fundamental cuestión es lo que motiva la última misión de NASA: la misión Mars 2020 con el rover Perseverance. Esta exploradora robótica, con sus 7 ambiciosos instrumentos científicos, estudiará el lugar de aterrizaje, el cráter Jezero, para buscar rastros de vida pasada. Identificará y recogerá muestras de suelo y roca que maximicen las posibilidades de encontrar esas trazas de vida pasada, las encapsulará en unos recipientes herméticos, y las dejará sobre la superficie para que una misión futura las recupere y traiga a la Tierra para su análisis.

Es importante incidir en este hecho: Perseverance no se marca como objetivo final encontrar esa vida pasada. Persigue profundizar en el estudio del entorno, así como recabar la mejor y mayor información posible para que posteriormente la comunidad científica, ayudada de la mejor tecnología disponible, pueda analizar las muestras en nuestros laboratorios terrestres, y concluir si la hemos encontrado o no. 

Haciendo uso de la cautela que nos enseña el llamado Estándar de Sagan (aunque parece que la frase fue acuñada bastantes años antes), afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias. Así pues, concluir que hayamos encontrado vida (pasada o presente) fuera de nuestro planeta requerirá muchas pruebas, muchísimo debate en el seno de la comunidad científica internacional y, por supuesto, un consenso general.

Quizás en los próximos años podamos dar respuesta a esa pregunta que nos llevamos haciendo varios milenios.

José Antonio Rodríguez Manfredi

José Antonio Rodríguez Manfredi

El Dr. Rodríguez Manfredi es el Investigador Principal de los instrumentos espaciales TWINS (Temperature and Winds for InSight) en la misión InSight de NASA (en Marte desde noviembre de 2018), y MEDA (Mars Environmental Dynamics Analyzer) en la misión Mars 2020 de NASA (en Marte desde el 18 de febrero pasado). Asimismo, es co-investigador y gestor de la misión del instrumento REMS (Rover Environmental Monitoring Station) que desde 2012 se encuentra explorando Marte a bordo de Curiosity.

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