Inspirado en el Monte Pinatubo, bombardeará el mes próximo la estratosfera con partículas de sulfato para bajar las temperaturas
Un grupo de investigadores de Reino Unido realizará el próximo mes de octubre un experimento destinado a frenar el calentamiento terrestre.
Los científicos bombearán agua a un kilómetro de altura con una manguera en suspensión, para hacer llegar partículas de sulfato a la estratosfera. Esta prueba, que cuenta con un presupuesto de 30.000 dólares, parte del proyecto Stratospheric Particle Injection for Climate Engineering (SPICE), está inspirada en la erupción del Monte Pinatubo, que regrigeró la Tierra 0,5ºC durante 18 meses. Las nubes de sulfato podrían provocar una bajada de las temperaturas de forma casi instantánea.
Un experimento de un grupo de investigadores de Reino Unido trata de recrear los efectos que producen las erupciones volcánicas para enfriar artificialmente la Tierra, publica la revista Scientific American.
El experimento constituirá la primera gran prueba de un sistema de tuberías, que algún día podría llegar a arrojar partículas de sulfato a la estratosfera a una altitud de 20 kilómetros, con el apoyo de un globo de hidrógeno del tamaño de un estadio. El objetivo es la geoingeniería, o la «deliberada manipulación a gran escala del medio ambiente planetario», en palabras de la Royal Society de Londres, que presta asesoramiento científico a los responsables políticos.
La prueba, que cuenta con un presupuesto de 30.000 dólares, parte del proyecto Stratospheric Particle Injection for Climate Engineering (SPICE), inspirado en la erupción del Monte Pinatubo en Filipinas en 1991. Este volcán arrojó 20 millones de toneladas de partículas de sulfato a la atmósfera, refrigerando la Tierra 0,5 grados centígrados durante 18 meses.
Si las pruebas de viabilidad británicas tienen éxito, se inyectarían partículas adicionales a la estratosfera, para así reflejar y devolver parte de la energía solar al espacio, poniendo freno a algunos de los efectos del calentamiento global.
«Esta es una de las primeras veces que se ha sacado la geoingeniería del laboratorio y se la ha puesto sobre el terreno», señaló el científico Matthew Watson el pasado martes durante una conferencia de prensa en Londres. «Todavía estamos a décadas de distancia –y digo décadas- para hacer geoingeniería real». Watson ha comentado que su equipo aún tiene que determinar las sustancias que funcionan mejor con el reflejo de la luz, cuánto se necesita para obtener resultados palpables, y las posibles consecuencias no deseadas de la inyección de partículas en la atmósfera, como pueden ser la lluvia ácida, el agotamiento de la capa de ozono o la interrupción del patrón climático.
En qué consisten las pruebas
Las pruebas de octubre se centrarán principalmente en si el diseño de los artilugios necesarios para el proceso, el balón y la manguera, servirá para liberar las partículas que reflejan la luz del sol.
En un campo de aviación en desuso en Norfolk, Inglaterra, un dirigible de helio elevará una manguera a un kilómetro de la tierra. Un dispositivo de lavado a presión bomberá 1,8 litros de agua por minuto, hasta un máximo de 190 litros, que se evaporarán o que caerán al suelo. Los investigadores monitorizarán el resultado de la prueba, y utilizarán los datos obtenidos para diseñar un sistema que permita enviar agua a 20 kilómetros de altura.
En el pasado, los científicos propusieron métodos similares de lanzamiento a la atmósfera con el uso de pistolas, aviones y cohetes. En 2009, científicos rusos incluso probaron el lanzamiento de un avión a pequeña escala.
Pero Hugh Hunt, un ingeniero de SPICE en la Universidad de Cambridge, ha explicado que el diseño del globo con manguera es la opción más rentable. Aun cuando se aumente la escala, el equipo espera que el diseño simple cueste alrededor de cinco mil millones, en comparación con los cien mil millones que se necesitan para poner en marcha miles de aviones a gran altitud.
Las críticas
Aunque las pruebas de agua se espera que sean inofensivas, varios grupos ecologistas han criticado el plan y la geoingeniería en general. El año pasado, la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica emitió una declaración que prohíbe la investigación de geoingeniería que pueda afectar la biodiversidad.
El Reino Unido aceptó esa declaración, pero el experimento SPICE no viola ningún acuerdo internacional debido a que se realiza a pequeña escala, señala Jason Blackstock, físico del Centro de Canadá para la Innovación en Gobernanza Internacional.
No obstante, el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), con sede en Canadá, ha afirmado que las pruebas son una irresponsabilidad. En una declaración escrita, el ETC ha hecho un llamamiento al Gobierno británico para que cancele el proyecto en el que se señala que: “Este experimento es sólo la primera fase de un plan mucho más grande que puede tener consecuencias devastadoras, incluyendo grandes cambios en los patrones climáticos, como pueden ser las sequías».
Alan Robock, un meteorólogo de la Universidad de Rutgers, comparte algunas de esas preocupaciones. Él ha creado simulaciones por ordenador que indican que las nubes de sulfato podrían debilitar los monzones veraniegos asiáticos y africanos, reduciendo la lluvia que riega los cultivos alimentarios de miles de millones de personas.
“Es pronto para realizar tales experimentos de campo”, comenta Robock, y añade que «deberían diseñarse más modelos por ordenador y determinar cómo la inyección de partículas podría interactuar con la capa de ozono y el ciclo hidrológico».
Considerando que Hunt esté de acuerdo con que tal investigación es deficiente, en todo caso ha declarado que su equipo necesita mediciones reales con el fin de ver si el diseño del globo es viable. «Si no es ahora, ¿cuándo empezamos?» – se pregunta- ¿este año, el que viene? ¿o tal vez tendremos que esperar a que un gran bloque de hielo se desprenda de Groenlandia? A mi parecer lo mejor sería haber probado todas las herramientas, para así no tener que apresurarnos al tomar una decisión».
Una solución temporal
Para evitar el peligroso cambio climático, algunos científicos estiman que las emisiones globales de CO2 deben reducirse en al menos el 80% a finales de siglo. La geoingeniería no ayudará a lograr ese objetivo a largo plazo, pero los efectos de enfriamiento que producen las grandes nubes de sulfato son casi instantáneos, por lo que ésta sería muy interesante en caso de una crisis climática aguda.
Los investigadores han dejado claro que no son partidarios de utilizar la geoingeniería como una excusa para que la humanidad continúe emitiendo dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero de forma temeraria. «La geoingeniería debe ser considerada como una solución temporal mientras dejamos de depender del carbono», ha señalado Watson. «La pregunta que hay que hacerse es, ¿es peor utilizar este remedio? La respuesta no está todavía muy clara”.
Maricar García
Tendencias21
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