Podemos considerarnos afortunados. Esta pelota de agua con algo de tierra en la que vivimos quedó, tras una gran carambola cósmica, a una distancia tal de la Gran Bola de Fuego que la vida que conocemos se hizo posible. Ni demasiado cerca como para que los océanos se evaporaran -tal y como ocurre en Mercurio- ni tampoco lo bastante lejos como para que se convirtieran en hielo, como les ocurre a la mayoría de los planetas más allá de Marte.

La vida se fue desarrollando a lo largo de eones y henos aquí, en un punto de referencia de nuestra historia -al que llamamos siglo XXI en nuestra cultura- pero que es apenas un suspiro en la existencia de nuestra casa, esa maravillosa pelota de agua que de forma contradictoria llamamos Tierra.

Durante millones de años poco o nada, ya fuera externo –o interno- a nuestro planeta, pudo influir en lo que les pasaba a los seres vivos que poblaban la superficie. Tenía que ser un meteorito, la explosión de un volcán o un terremoto apocalíptico, lo que determinara la existencia o no de la vida.

Sin embargo, la humanidad se ha desarrollado tan intensamente en los dos últimos siglos que nosotros mismos nos hemos convertido en factores potencialmente peligrosos para la supervivencia global. Los avances tecnológicos, el desarrollo industrial, nuestro afán por llegar más lejos y más rápido han creado un problema que podría alterar nuestro ecosistema de forma definitiva.

Me refiero al problema del calentamiento global. Las emisiones de CO2 descontroladas parecen estar provocando un calentamiento del planeta, según muchos estudios científicos atestiguan. Por otro lado, es muy cierto que la escala temporal del efecto es prácticamente inapreciable comparada con la escala histórica de nuestro planeta. Pero precisamente por eso debemos permanecer alerta, podría ser una señal.

Cambio climático antropogénico. Wikimedia Commons Fuente: Edigol IPPC Grd Arendal UPC

Nuestro planeta se encuentra en permanente cambio climático, eso es indudable. Desde hace millones de años La Tierra ha variado su clima de forma notable, con idas y venidas de glaciaciones y otros periodos muy cálidos. No es de extrañar que el planeta cambie su clima. Lo anormal es que lo haga en tan poco tiempo, en apenas dos centenares de años, cuando estos cambios se producen a lo largo de miles o cientos de miles de años. ¿En qué medida están afectando al clima nuestras actividades? ¿Somos la verdadera causa de ese supuesto calentamiento? ¿Existe de verdad el mismo o es simplemente una suma de intereses económicos y políticos movidos por lobbies y oscuros centros de poder? Estas son las preguntas que la comunidad científica, y me temo que la política, intentan responder.

Si queremos podemos encontrar diferentes estudios que, sin dudarlo, respaldan cualquier tipo de respuesta a las anteriores preguntas. Desde los que, de forma catastrofista, nos advierten de un final cercano, de un aumento sin precedentes del nivel del mar, desaparición de islas e inundaciones en las capitales con menor altitud, hasta las que simplemente niegan en redondo no sólo que el calentamiento global sea antropogénico y provocado por el CO2, sino la mayor, el propio hecho del calentamiento.

En mi opinión, y no sé si por suerte o por desgracia, no podemos saber en que punto nos encontramos. Nuestra escala de tiempo, como antes mencionaba, es demasiado pequeña. El ritmo terrestre es muy lento, y nosotros –y perdón por el símil- somos simples chispazos de vida, demasiado breves para detenernos a mirar lo que pasa a nuestro alrededor. En nuestra breve consciencia planetaria apenas atisbamos a observar leves cambios, que no podemos extrapolar como determinantes, como tendencias a medio-largo plazo, es decir, miles o millones de años.

Decir que en menos de 100 años la temperatura media de la Tierra subirá varios grados centígrados, que el desierto invadirá España o que muchas capitales americanas quedarán sumergidas bajo el agua es jugar con el miedo, en mi opinión. No podemos saberlo. Los modelos de predicción a medio y largo plazo no parecen estar funcionando, y en todo caso, la norma debería ser la prevención.

Nadie sabe a ciencia cierta lo que pasará, ni siquiera lo que está pasando. En los años que llevamos de siglo XXI la variación de la temperatura global no ha experimentado ningún aumento, según el Instituto Goddard de Estudios Espaciales, de la NASA, dirigido por James Hansen. Y este hombre siempre ha defendido el calentamiento global y sus graves consecuencias. No me gustan las teorías catastrofistas, siempre veo detrás un ansia de poder y de monetizar el miedo de la sociedad. Adoro nuestra casa, nuestro planeta, y, desde luego soy partidario de cuidarla. Me sitúo entre los expectantes, entre los estudiosos y entre los cuidadores. Leo opiniones de todos los tipos, desde las negacionistas a las más apocalípticas, y ninguna de ellas me convence.

Sólo sé que no se nada, y mientras escucho la voz de la ciencia, intento ahorrar agua, apagar la luz cuando no la uso, usar transportes públicos y, en fin, dejar la casa lo más limpia y cuidada posible a los siguientes inquilinos.

Emilio Rey

Director de digitalmeteo


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